tiempo de perros mudos

David Escobar Parra

Museo de Arte Moderno de Medellin, Sala C

March 11, 2020 - Ongoing

 

Spanish

Hace varios años que David Escobar Parra (Medellín, 1979) se dedica a estudiar las vanguardias literarias latinoamericanas, con especial atención al nadaísmo y la poesía concreta brasilera. En 2019, ese interés lo llevó a visitar la Sierra Madre mexicana, en Oaxaca, donde convivió durante un tiempo con la comunidad mazateca. Escobar Parra fue a México en busca de un lenguaje silbado, ágrafo, que practican los mazatecos desde tiempos inmemoriales; regresó a Medellín con la impresión de haber experimentado una realidad que se le escapaba.

De ahí surge Tiempo de perros mudos, un proyecto diseñado especialmente para Programa C. La obra propone la creación de un lenguaje ancestral-contemporáneo, que se materializa en el cuerpo y en el espacio. Es una invitación a participar de la ficción de un lenguaje posible, en diálogo con epistemologías pasadas y deseos futuros, que revaloran el silbido como tecnología de comunicación, aproximación al mundo y resistencia. Es también una manera con la que el artista busca dar testimonio sobre la imposibilidad de aprehender y comunicar el mundo mazateca, con sus lógicas y tiempos propios, sus cosmogonías y las fuerzas que estructuran su comunidad.

 Tiempo de perros mudos llama la atención sobre las borraduras que realizó el proyecto Colonial, al tiempo que rescata la fuerza de supervivencia de algunas de estas cosmogonías que se negaron a aceptar esa propuesta de tabula rasa y que, aún hoy, se resisten a ser consideradas mudas. Con su lenguaje ancestral-contemporáneo, Escobar plantea la posibilidad de nuevas escrituras que aceptan ciertas borraduras coloniales y, simultáneamente, imaginan formas de comunicación que revelan rastros de esas experiencias cosmogónicas anteriores, los actualizan y los proyectan como promesa futura.

 Para este proyecto, el artista interviene la novela El valle de los perros mudos (2000) del escritor antioqueño Juan Gil Blas y produce con ella un nuevo texto, desmaterializado en poesía. Esta poesía, a su vez, se transforma (periscópicamente) en el espacio expositivo en una instalación sincrética que combina danza, silbido, ritual, video y literatura. El espectador es invitado a sumergirse en ese espacio para que experimente, como lo haría quizás un arqueólogo, con huellas (in)materiales de un mundo que no puede entender del todo. Para que realice, como Escobar, su propio ejercicio de traducción fallida.

Tiempo de perros mudos sugiere que perro que no ladra, silba, y perro que silba, baila. Y el baile solo ocurre en movimiento: entre-tiempos y entre-espacios, entre-lenguajes..

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